¡Queridos habitantes de Ucrania! ¡Hermanas y hermanos!
En nuestros corazones arraiga profundamente el desasosiego. La desgracia golpea a la puerta de cada familia. Amenaza con el conflicto más terrible, conflicto fratricida. Se intenta malquistar al pueblo ruso y el ucranio, lanzar a uno contra el otro, romper nuestros lazos de parentesco y amistad. Así actúan siempre los instigadores. Atizan las llamas de la enemistad y observan cínicamente el resultado.
No hay ningún secreto en el hecho de que en la vida a menudo existen canallas que siembran discordias y encuentran un placer perverso en ella. Reabren heridas curadas hace mucho tiempo, inventan extraños agravios, provocan disputas insignificantes. Es esta la vil táctica la que persiguen los provocadores globales en la actualidad. Han dirigido todas sus fuerzas para contraponer a los rusos y ucranianos, para convencerlos de la incompatibilidad, la extrañeza y la hostilidad seculares entre sí.
Pero todo esto es la más cruda y monstruosa falsificación. Durante más de mil años hemos vivido juntos, compartiendo dolor y alegría, derrotas y victorias. Nuestros antepasados defendieron hombro con hombro su tierra natal frente a las hordas de habitantes de las estepas del Este y de los caballeros de la espada del Oeste. Y cada vez, con amargos ejemplos, quedaba claro que solamente la solidaridad protege a la patria de las calamidades. Nuestros antepasados vieron cómo el enemigo más poderoso se retira ante la fortaleza de la amistad. Se dieron cuenta de que la fuerza del pueblo es inagotable si está unido y es valiente.
Durante muchos siglos los rusos y los ucranianos constituían un todo único en la familia de los eslavos orientales. Desde 882, Kiev fue el centro político del Antiguo Estado ruso. Posteriormente, como efecto de la agresión de los vecinos y la decadencia de la ruta comercial de los varegos a los griegos este papel traspasó a Vladímir y Moscú.
La invasión de las tribus mongoles debilitó la unidad de Rusia. El territorio de la Ucrania moderna se convirtió en una parte de la Mancomunidad de las Dos Naciones. Durante varios siglos aquí se efectuaba la polonización forzosa. Los campesinos de la gleba ucranios fueron objeto de la opresión triple: económica, nacional y religiosa. Los panes polacos trataban a los ucranianos como bestias de carga, les prohibían hablar su idioma natal, y gravaban con tributos insoportables. Se imponía a fuerza el catolicismo. Después de las incursiones de los kanes de Crimea, las ucranianas y los ucranianos se vendían como esclavos en los mercados de Estambul. Así fue hasta el momento cuando los hermanos separados por la voluntad ajena volvieran a reunificarse.
Todavía en la Rusia Antigua el magistral Cantar de las huestes de Ígor llamó a la unidad.
Nuestros pueblos siempre encontraron fuerzas para rechazar lo insignificante en aras de lo grande y principal. En El Tratado de Pereyáslav, Bogdan Khmelnitski recordó a las víctimas de la lucha con la Mancomunidad de las Dos Naciones. Su llamado a la reunificación de Ucrania y Rusia fue aclamado.
La voluntad de los dos pueblos de compartir el destino único les ayudó a resistir en los duros años de las invasiones sueca y napoleónica. Los trabajadores rusos y ucranianos realizaron juntos la Gran Revolución Socialista de Octubre. Derrotaron de hombro a hombro a los invasores y los ejércitos blancos. Su anhelo de deshacerse de la opresión del capital y vivir en una sociedad justa se plasmó en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, una asociación igualitaria del pueblo trabajador.
La sabiduría de nuestros bisabuelos y abuelos es digna de admiración. Sin intercambiar de broncas ruines y ofensas hueras mostraron al mundo descubrimientos impresionantes. La época soviética se convirtió en la cumbre del auge económico y cultural de nuestros pueblos. La cohesión les ayudó a construir la Central hidroeléctrica “Dneprogués” y la empresa siderúrgica “Zaporozhstal”, la Fábrica de Tractores de Járkov y la Empresa metalúrgica de Krivoy Rog.
La República Socialista Soviética de Ucrania ha alcanzado tasas de desarrollo impresionantes. En 1940, el volumen de su producción industrial superó el nivel de 1913 en 7,3 veces. La industria pesada ha crecido 11 veces. La generación de electricidad se ha multiplicado por 23. La Empresa “Azovstal”, la Empresa de construcción de maquinaria de Novokramatorsk y otras poderosas empresas comenzaron a operar. El organizador de estos éxitos fue el Partido Comunista de bolcheviques de Toda la Unión. En enero de 1941, en las filas del Partido Comunista de Ucrania militaban más de 560 mil personas.
Una nueva desgracia llegó de nuevo desde Occidente. Europa unificada bajo el poder de Hitler consideraba que la URSS representa un espacio vital para la “raza superior”. Ya en otoño de 1942, los fascistas ocuparon completamente y dividieron a la Ucrania soviética. Entre Bug y Dniéster fue creada la Gobernación general rumana de Transdnistria. Una parte de las provincias occidentales fueron incluidas en el Distrito de Galicia en la Gobernación general polaca. El resto quedó bajo el gobierno del Reichskommissariat encabezado por el gauleiter Koch.
En el territorio de la república se crearon 230 campos de concentración y guetos. Durante la ocupación, los nazis mataron a más de 3,8 millones de civiles y alrededor de 1,5 millones de prisioneros de guerra soviéticos. Se llevaron a trabajar a 2,4 millones de personas a Alemania. Uno de cada seis habitantes de Ucrania murió. Los elementos nacionalistas también participaron en las atrocidades. Realizaron acciones punitivas y sabotajes en la retaguardia del Ejército Rojo. Los líderes de la Iglesia Ucraniana Uniata y Autocéfala también colaboraron con los ocupantes.
La rabiosa propaganda antisoviética, las masacres y un terror despiadado no lograron doblegar a la Ucrania soviética. Bajo la dirección de los comunistas fueron formados 883 destacamentos guerrilleros y más de 1700 grupos combativos de resistencia. La lucha con los ocupantes libraron la “Joven Guardia”, la “Guardia Popular, la “Iskra (chispa) guerrillera” y otras organizaciones clandestinas. En total, en la retaguardia de los hitlerianos combatieron más de 500 mil guerrilleros y 100 mil luchadores clandestinos. Combatieron las agrupaciones de unidades bajo el mando de S.A.Kovpak y A.N.Sabúrov, N.N.Popudrenko y A.F.Fédorov. En verano de 1942, fue creado el Estado Mayor Ucraniano del movimiento guerrillero bajo la dirección de T.A.Strokach.
En las filas del Ejército Rojo Obrero-Campesino los soldados ucranianos lucharon muy valientemente. Semyón Timoshenko, Mikhail Kirponós, Andrey Yeremenko, Yákov Cherevichenko, Fyodor Kostenko estuvieron al mando de los frentes. Casi dos millones y medio de ucranianos fueron condecorados con órdenes y medallas. Más de dos mil recibieron el título de Héroe de la Unión Soviética. El as, piloto Iván Kozhedub fue condecorado con este alto título tres veces por derribar 64 aviones enemigos.
Juntos resistimos y ganamos la guerra más cruenta de la historia. La Gran Victoria llegó en mayo de 1945, porque estábamos unidos por un país común y objetivos comunes. Rusos y ucranianos, bielorrusos y moldavos, azerbaiyanos y armenios, kazajos y tártaros, uzbekos y kirguises, tayikos y yakutas, georgianos y osetios lucharon juntos contra el enemigo cerca de Moscú y Kiev, Minsk y Járkov, Leningrado y Odessa, Stalingrado y Sebastópol.
Los fascistas quemaron 28 mil pueblos y aldeas en Ucrania. Aproximadamente 10 millones de personas perdieron sus hogares. Más de 16 mil empresas se convirtieron en ruinas. El enemigo destruyó y saqueó 27 mil granjas colectivas y estatales, 32 mil escuelas, escuelas técnicas y universidades. Pero juntos hicimos frente a este desastre: hemos restaurado ciudades y pueblos, Dneprogués y minas de Donetsk. Y separar a rusos y ucranianos era entonces tan absurdo como enfrentar a Yuri Gagarin, nacido en la provincia de Smolensk, y Sergei Korolev, nacido en Zhitomir, uno contra el otro.
Los años de posguerra se destacaron por el auge económico y cultural del país soviético. Pero comenzó una época diferente. La destrucción traicionera de la URSS se convirtió en una tragedia de todos los soviéticos. Al adquirir formalmente la independencia, Ucrania se vio echada muy lejos atrás. El asesinato de nuestra patria común se acompañaba con la propagación del odio. Millones de personas que durante siglos vivieron pacíficamente “conocieron” súbitamente que eran enemigos. Tras esta mentira vil se oculta un cálculo cínico: nacionalismo, chovinismo, enemistad entre los pueblos es una manera de distraerlos de los problemas acuciantes. La pobreza, desigualdad y corrupción, desindustrialización y la traición a los intereses nacionales todos estos males es más fácil ocultar valiéndose de mitos nacionalistas malignos. Como si fuera un hechizo terrible que destruye la memoria e incluso la razón de las personas. Así se inventa “La hambruna” en Ucrania, y Bandera, Mélnik, Shujévich y otros criminales son glorificados como héroes.
El golpe de Estado en Ucrania en 2014 transfirió las palancas del gobierno en el Estado a la élite política estadounidense. Los globalistas pretenden excluir por completo la posibilidad misma de un acercamiento entre Ucrania y Rusia. Siembran persistentemente la discordia, día y noche rocían el veneno del antisoviétismo y la rusofobia, agudizan obstinadamente nuestras relaciones.
Baiden prometió a Zelenski no dejarle sin apoyo “ante la agresión rusa”. La OTAN anunció los nuevos planes de emplazar en las fronteras con Rusia 40.000 efectivos y 15 mil unidades del material bélico y equipamiento, incluyendo la aviación estratégica. En Kiev aterrizan regularmente aviones de transporte militares de las FF.AA. de Estados Unidos y Gran Bretaña. Fue firmado un nuevo contrato de adquisición de misiles para los complejos norteamericanos de FGM-148 Javelin. Los drones norteamericanos RQ-4 Global Hawk desde hace tiempo realizan vuelos de reconocimiento. Otro país de la OTAN, Turquía, vende a Ucrania los drones de combate Bayraktar TB2. ¿Qué será todo esto si no los preparativos para una confrontación militar?
El PCFR subraya especialmente que diferenciamos rigurosamente entre el pueblo ucraniano como tal y los títeres norteamericanos en Kiev. Zelenski se irá como ya se habían ido Yuschenko y Poroshenko. Y el pueblo vivirá siempre y tenemos que hacer cuanto sea posible para que nuestra fraternidad histórica continúe con las nuevas generaciones.
Reconocemos francamente que sobre los dirigentes de Rusia recae una parte de la responsabilidad por los intentos de la oligarquía global de fascistizar a Ucrania. En nuestra separación artificial también cado uno de nosotros tiene su porción de culpa. Nosotros, juntos, no salvamos a la Unión Soviética y, entonces, se hizo posible lo que ni siquiera traían los sueños más terroríficos. Que nuestros hijos no van a descansar juntos en el campamento de pioneros de Artek. Que no trabajarán juntos en los destacamentos de construcción estudiantiles. Que no se harán amigos y no van a enamorarse, casarse y tener hijos que hablen su idioma natal, ruso o ucraniano, con igual amor.
El hecho de que no estemos juntos hoy también es culpa de los intelectuales. ¿Dónde estuvieron las Jornadas de Nuestra Cultura en Moscú y Kiev en el empalme de dos siglos? ¿Podría imaginarse hasta hace poco que la ópera “Zaporózhets más allá del Danubio” no se presentaría en el escenario ruso, y el conjunto de Aleksandrov no interpretaría sus canciones sobre el Dniéper? ¿De modo que Maxim Rylsky, Pavlo Tychina, Oles Gonchar o Boris Oleinik se harían enemigos de Alexander Tvardovsky, Konstantin Simonov, Mikhail Isakovsky y Mikhail Shólokhov?
Un cuarto de siglo del antisovietismo y rusofobia tuvieron terribles consecuencias para nuestros pueblos. En Kiev arribaron al poder las fuerzas hostiles a Rusia y totalmente ajenas a Ucrania. Esas personas fueron entronizadas en el poder por sus mentores de Washington y Bruselas. Esgrimen histéricamente las banderas de los intereses de la nación pero se plantean la tarea de dividir definitivamente a Rusia y Ucrania.
Al cultivar la enemistad entre nuestros pueblos, el capital global avanza hacia el objetivo propio. Operando con amenazas, soborno, chantajes usa los métodos de las épocas coloniales incitando la confrontación entre los vecinos. Esta práctica se convirtió en una especie más repugnante de la lucha conducida con las manos ajenas.
Hoy nuestros pueblos enfrentan una amenaza común. Al convertir a Rusia en el país del capitalismo periférico oligárquico, Washington sueña con debilitar, destruir y colonizarla. Ucrania hoy en día se ha convertido en una semicolonia. Los gobiernos occidentales, las corporaciones y servicios de inteligencia allí se sienten a sus anchas. Ucrania pierde las últimas empresas. Está agobiada con acuerdos de servidumbre con el FMI y demás “asesinos económicos”.
Este destino ignominioso se convirtió en la guerra fratricida en Donbass. Allí donde el pueblo soviético libró batallas heroicas contra las hordas nacistas se derramó sangre. Miles de personas fueron sacrificadas en intereses del lucro y odio ajenos. Cada casa destruida y niño muerto se han convertido en dólares y euros para la alegría de los autores de la monstruosa matanza.
Hace dos años mucha gente confió a las promesas de Zelenski de aportar la paz. Pero el nuevo títere en manos de Occidente y nacionalistas locales no es capaz de lanzarles un reto. En Ucrania continúa prosperando la fobia desenfrenada. Se cierran escuelas y cadenas de TV ruso parlantes. Quienes abogan por la amistad de nuestros pueblos son perseguidos. Los intentos de ilegalizar el Partido Comunista de Ucrania ponen el régimen en Kiev sobre el mismo tapete con las dictaduras fascistas del siglo XX.
Detrás de la escalada en Donbass asome la fisionomía invariable de los marionetistas occidentales. Están asustados e irritados. En las elecciones en octubre de 2020, los nacionalistas de ultraderecha sufrieron fracaso. En las condiciones complicadísimas lograron el éxito los partidos dispuestos a colaborar con Rusia. Se cernió una nueva amenaza sobre el Proyecto “AntiRusia”.
No es casual que la nueva agudización en Donbass se acompaña con sanciones y amenazas desde Washington. Este látigo se combina con zanahoria: a Moscú le prometen un perdón si acepta concesiones. Todo ello son fragmentos de un solo mosaico, detalles de un plan. Occidente quisiera utilizar a Ucrania en contra Rusia, y a ambos países, para luchar contra China.
Pero a pesar del poderío de los canallas mundiales ellos tienen su aguja de Koschéi, un punto vulnerable: temen que los pueblos desenmascaren sus planes y se nieguen a ser rehenes de las aventuras. Es por ello que para nuestros adversarios es importante que se confronten cuanto antes los rusos y ucranianos.
¡Queridos hermanas y hermanos! Nos ha tocado vivir en los días de la confrontación antinatural de dos hermanas: Rusia y Ucrania.
¡Nosotros, quienes consideran que tanto Rusia como Ucrania son su Patria, entendemos perfectamente lo que devorará este fuego! El fuego de la guerra va a devorar la generosa, bella tierra ucraniana. En este fuego desparecerá nuestra cuna común de la civilización rusa. En este fuego van a quemarse cubriendo con cenizas los campos de Ucrania nuestros hijos. En este fuego se quemarán nuestras canciones, hermandad, idiomas afines, el ruso y el ucraniano. Este fuego aniquilará nuestros libros favoritos: de Púshkin y Shevchenko, Lérmontov y Frankó, Nekrásov y Lesya Ukraínka, Tolstoy y Kotsyubinsky. Los monumentos a los héroes de la Gran Guerra Patria desaparecerán. Y entonces, el genio del gran Gógol resucitará y preguntará con la voz de Taras Bulba: “Bueno, hijo, ¿te ayudaron tus polacos?”
El principal obstáculo en la vía de terminar la guerra en Donbass es el régimen banderista vergonzoso para Ucrania, y la CIA, su Cuartel General. La presencia “amistosa” de las tropas de la OTAN en Ucrania, el desenfreno de la rusofobia, el adoctrinamiento en el espíritu banderista no puede no provocar en nosotros el dolor y la indignación. Nuestros padres y abuelos combatieron juntos en las trincheras de la Gran Guerra, dejaron sus inscripciones en Reichstag y les gustaba a todos la película “Van al combate solo los viejos” con Leonid Bykov como protagonista filmada en los estudios de Alexander Dovzhenko. Y todo ello constituye la reserva de oro común e indivisible.
Nos dirigimos a los representantes de las autoridades de Ucrania: si están dispuestas a servir a su pueblo, y mejor que nos dediquemos a la vacunación, y no a la matanza en Donbass. ¡Salvaremos la vida y la salud de nuestros hermanos!
Nosotros nos dirigimos a ustedes, madres ucranianas. Gracias a la canción “Mi querida madre” su imagen en Rusia es tan entrañable y querida. ¡Que sigan bordando toallas tradicionales para sus hijos y les despidan para un buen camino y no a la terrible guerra fratricida! Las mujeres eslavas que nunca deseaban guerras podemos transmitir nuestra palabra a las autoridades. Podemos tomarnos de las manos y ponernos juntas en la línea de la demarcación del fuego y odio.
Sabemos que la tierra bendita de Donbass es capaz de convertirse en un campo de hermandad nacional. Esperamos tanto que el amor de los niños y la sabiduría de las madres y los padres de Ucrania ayuden a comprender que el Donbass internacional no les está dejando a ustedes, sino al fascismo. Se está alejando del odio y la rusofobia de Bandera. Del antisoviétismo rabioso. Donbass sigue exactamente el camino adonde Ucrania y Rusia son llamadas por sus antepasados, su historia, su experiencia y su conciencia.
“No nos da igual”, decía el poeta Tarás Shevchenko. Lo mismo decimos hoy también nosotros. Es cierto, el camino hacia el renacimiento de la hermandad no será fácil. Tendrá a muchos enemigos. Pero no vencer el mal es sinónimo de la desaparición de la historia. Solamente juntos el pueblo ucraniano y ruso podrán evitar un destino peor. Tenemos la misma historia y el destino. Al entender quién es nuestro verdadero amigo y enemigo podremos dar un paso hacia un futuro digno.
“Nunca digas nunca”. La vida y la historia continúan. Brindemos pues la oportunidad que anden por camino del bien, de la unidad de los trabajadores y hermandad de los pueblos. En aras de ello aunemos nuestras fuerzas. Estrechamente abrazados nuestros pueblos adquirirán una independencia genuina, se harán invencibles. Encontrarán camino hacia la verdad y la justicia.
Todavía Vladimir Ilich Lenin señalaba que queremos una unión voluntaria de naciones, una alianza que no permita ninguna violencia de una nación contra la otra, una alianza que se base en la total confianza, en una clara conciencia de unidad fraterna, en un consentimiento completamente voluntario. Tal unión no se puede lograr de inmediato; debe ser elaborada con la mayor paciencia y cautela, para no estropear la causa, para no generar desconfianza, para permitir deshacerse de la desconfianza dejada por siglos de opresión por terratenientes y capitalistas, la propiedad privada y la enemistad debida a su división y redistribución.
Tal es la posición actual del PCFR. Este es el trabajo que llevan a cabo los comunistas de verdad. Junto con nuestros compañeros ucranianos les explicamos a nuestros pueblos: todo lo que sirve a dividirnos es externo, impuesto, ajeno. Simplemente dicho, estamos obligados a impedir la enemistad interna, dejando atrás el tiempo maligno de las discordias.
¡Nuestro futuro es la unidad!
¡Nuestra felicidad en la creación y amistad!
¡Defenderemos juntos nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos y nietos!